La arquitectura no solo crea espacios, también moldea cómo nos sentimos, cómo interactuamos y cómo vivimos.
En los últimos años, cobró fuerza una corriente que entiende que los edificios no solo deben cumplir funciones técnicas, sino también conectar con las experiencias humanas.
Continúa leyendo y descubre por qué la arquitectura emocional busca crear experiencias sensoriales y afectivas a través del diseño, la estructura física y los materiales 1.
Surgió en el siglo XX con el trabajo del escultor Mathias Goeritz, quien, junto con el arquitecto mexicano Luis Barragán, impulsó una manera distinta de entender el entorno construido.
En lugar de centrarse en la funcionalidad o el estilo, esta visión arquitectónica busca que los espacios transmitan distintas sensaciones: paz, libertad, alegría, introspección o asombro.
Goeritz lo dijo claramente: "La arquitectura emocional no es arquitectura para ser admirada, sino sentida."
El diseño de una casa, parque o plaza influye directamente en nuestras emociones. Colores, materiales, sonidos y la conexión con el exterior afectan nuestra salud emocional.
Techos bajos pueden transmitir protección o encierro; la luz natural aporta energía, y los espacios amplios y silenciosos invitan a la calma, a diferencia de los caóticos que generan estrés.
La arquitectura emocional estudia cada detalle con intención: busca crear experiencias que generen bienestar y que respondan a cómo nos sentimos al habitar un espacio.
Un aspecto clave de esta corriente es cómo el espacio favorece o limita la interacción social.
Espacios públicos abiertos, como plazas, bancas circulares o patios compartidos, fortalecen la comunidad, mientras que un diseño frío o aislado genera distanciamiento.
En las viviendas, la distribución de áreas comunes, la apertura de cocinas, la integración de terrazas y la facilidad de movimiento influyen en la convivencia o el aislamiento de las personas.
Luis Barragán, arquitecto mexicano reconocido mundialmente y galardonado con el Pritzker, es un referente de la arquitectura emocional.
Su obra va más allá de la estética minimalista y el color; busca provocar sensaciones en quien la habita.
Su casa en Tacubaya refleja cómo la arquitectura puede transmitir calma, intimidad y espiritualidad sin perder funcionalidad 2.
Mathias Goeritz, alemán nacionalizado mexicano, llevó la arquitectura emocional más allá del espacio habitable con un enfoque artístico y simbólico.
En su "Manifiesto de la Arquitectura Emocional" (1954), criticó la arquitectura fría y racionalista, proponiendo un diseño que despierte emociones profundas.
Creó proyectos como las Torres de Satélite, que, aunque no funcionales como edificio, son un hito simbólico y emocional que transformó la relación con el paisaje urbano de la ciudad 3.
Hoy la vemos en hospitales que cuidan el bienestar, escuelas con naturaleza, oficinas creativas y casas adaptadas al estilo de vida.
Los nuevos desarrollos habitacionales están incluyendo más áreas verdes, zonas de convivencia, iluminación natural y distribución flexible.
El objetivo ya no es solo construir “bonito”, sino lograr que las personas se sientan bien en los espacios que habitan.
Al momento de comprar una vivienda, muchas veces se prioriza el precio, los metros cuadrados o la ubicación. Pero también deberíamos preguntar: ¿cómo me hace sentir este espacio?
Una casa bien diseñada desde la perspectiva emocional puede mejorar tu salud, tus relaciones familiares y tu calidad de vida en general.
No es algo intangible: la arquitectura emocional influye directamente en lo cotidiano.
La arquitectura emocional nos recuerda que los espacios no son neutros: tienen el poder de transformar la manera en la que vivimos.
Desde una simple habitación hasta un conjunto habitacional, todo diseño transmite algo.
Por eso, al buscar una nueva casa o departamento, piensa más allá del concreto: pregúntate cómo ese espacio puede ayudarte a sentirte mejor y vivir plenamente.
Ahora que conoces la arquitectura emocional, es momento de transformar tu nuevo departamento GIM Living Spaces en un lugar que se sienta realmente tuyo.
Usa colores que te transmitan calma, distribuye los muebles para facilitar la convivencia y aprovecha la luz natural para llenarte de energía.
No se trata solo de decorar, sino de crear experiencias sensoriales que impulsen tu bienestar todos los días.