Las fábulas de papá: el amor de casa vuelto historias



Las fábulas de papá: el amor vuelto historias

¿Te acuerdas cuando eras menor y papá llegaba con una nueva historia bajo el brazo a la casa, en plena oscuridad y con su rostro iluminado con una lámpara debajo de una cobija. Risas, gritos, gestos y una expectativa que no le pedía absolutamente nada ni siquiera al mejor programa de televisión o la película más emocionante. Esas historias son, en buena medida, una piedra intangible crucial con la cual se construye una familia y un calor hogareño en casa.   

Y es que detrás de esas historias que algunas veces fueron de terror, otras tantas de aventura y la mayoría de las ocasiones completamente divertidas, había también una serie de cosas que en su momento no logramos ver pero que están ahí; un compendio de dotes creativos y actorales, significando más un acto de nobleza y amor que el trabajo de un cuentacuentos profesional en sí.

Ni todo el dinero del mundo, o los viajes más emocionantes se comparan con las fábulas llenas de lecciones, personajes fascinantes y pasajes que hacían volar nuestra imaginación sin frontera alguna. Animales que cantan, bosques encantados y giros de tuerca inesperados han ido llenando con dulzura cada rincón de nuestra infancia, misma que hoy nos hacen compartir el mismo legado a la menor provocación, ya sea en el área de juegos, la cocina o cualquier otro lugar de la casa, el mejor lugar para disfrutar e imaginar. 

Mamá, hermanos, incluso el perro han estado atentos a aquellas epopeyas que van cambiando sin importar cuantas veces las cuenten. Las historias que vivimos con papá no sólo son esas que contaba, sino también esas epopeyas en donde nos enseñó frente a su librero cosas interesantes y maravillosas que hoy nos hacen ser quienes somos. O cómo olvidar esos domingos familiares, los días de asado, sol y repartición de labores en donde aprendimos a cortar verdura y preparar guisos con el sazón de papá.

Estando hoy en casa puede escucharse aún algún recuerdo del tipo: “Oye, pa, ¿cómo era la historia de la rana que no pudo cruzar el charco y cantaba con una mandolina?”, o “Pa, ¿te acuerdas cuando ibas a cambiar el foco y mamá te dijo que mejor pusieras una fuente?” Ese tipo de cosas sólo pudieron salir de nuestra casa y de la de nadie más. 

Nuestro departamento o casa es el “templo” donde habita lo más importante; nuestras historias y momentos con papá, y eso es para siempre. Así como nuestro abuelo comenzó una tradición en su casa, de la cual papá tomó la estafeta desde el primer día de nuestra llegada al lugar que viviríamos, de igual forma hoy nosotros contamos a los más pequeños y queridos de la casa esas historias, creando nuevos momentos que serán conservados en los rincones, el clóset, la cocina, el balcón y la entrada de nuestra habitación, así como en la memoria y el corazón más entrañable de nuestra casa, el lugar donde mejor se disfrutan nuestros momentos. Al final, todo es una historia interminable que comienza con un maravilloso “Había o una vez…”, o “¿Se sabe la historia de…?”. Belleza e inocencia pura, misma que hoy explica, entre muchas otras cosas positivas de nuestra casa, nuestro referente de felicidad, seguridad, creatividad y amor.