Sutileza, intimidad, paz y una armonía sin precedentes. Un jardín es uno de esos espacios más entrañables, atesorados y aquilatados en los hogares que tienen la posibilidad de albergar uno. Cuidarlo, personalizarlo y sobre todo saberle sacar el máximo de belleza con ingenio, espero y creatividad es todo un arte, una tarea que lejos de ser sencilla se puede lograr con la pasión y la paciencia que cada uno de estos “paraísos naturales” nos va pidiendo.
Embellecerlo no tiene por qué ser nunca demasiado complejo, siempre y cuando nos informemos un poco en torno a qué tipo de vegetación tenemos, si son plantas o flores de luz o sombra, conocer nuestro jardín y saber en qué época del año les viene mejor el agua, así como algunos trucos y conocimientos para evitar plagas, combatirlas, mejorar su crecimiento y sobre todo que luzcan hermosas y radiantes.
Pasar una tarde en el jardín es uno de esos secretos a voces de los que poco se habla a ciencia cierta, pero que quien ha tenido la oportunidad de experimentarlo lo sabe: es terapéutico, nos brinda calma y puede darnos claridad en tiempos complejos, estresantes o difíciles. Estar ahí, en contacto con nuestras flores, plantas, tocar la tierra, mover macetas y alimentar esos silenciosos seres vivos es toda una revelación interna de paz, armonía y, sí, belleza infinita.
Pero su nobleza y belleza no sólo se queda ahí. El jardín es así nuestro espacio vital de las fiestas, el lugar donde mejor armoniza la diversión de nuestros hijos, donde se cultiva de forma segura las sonrisas del día del niño, su cumpleaños y sus juegos infinitos, en donde el universo es un interminable despliegue de globos, saltos, inflables, camas elásticas y cansancio provechoso, ese que con el tiempo también es una mesa de manualidades, un espacio de creatividad y concentración. El lugar donde nace, crece y se cultiva la felicidad que los acompañará por el resto de sus vidas.
Si ya has emprendido la tarea de potenciar la máxima belleza de tu jardín, toma en cuenta estas cuatro actividades que harán que se su poderío sutil y natural se extiendan aún más. Bonita tarde:
1. Equilibra los espacios y dimensiones. Por ejemplo, un lugar pequeño debe llenarse con plantas y objetos igualmente pequeños. Contempla y proyecta cómo van a crecer tus plantas, ya que esto te ahorrará moverlas y ajustarlas el día de mañana.
2. Incorpora follaje. No sólo de rosas y gardenias vive el jardín. El verde es vida y el follaje es tu mejor amigo: es abundante, resistente y encarna el complemento perfecto para que todo se vea aún más hermoso. Procura que las plantas tengan tamaños y formas diferentes para crear cierto ritmo.
Sí, ritmo, embellecer con follaje es como dibujar, hacer música o ordenar palabras hermosas: combinaciones, contrastes, tonalidades. El follaje es tu telón de fondo para los actores principales que sólo hacen su aparición un par de veces en el año.
3. Busca siempre tu toque personal. Mini macetas en el balcón, empedrados, jardín vertical, caminito de tezontle...busca algo que refleje tu personalidad y te haga feliz. Si tú logras estar contenta o contento con el resultado, esto también se comunicará sin decirlo a quien lo vea. Esa forma recuerda las cosas que te gustan, esas dimensiones hablan de tu forma de apreciar y ver las cosas. Lo genuino es lo que tú plasmas de ti en las cosas y, para este caso, eso lo hace aún más bello y especial.
4. Inmobiliario y actividades. El jardín más bello es el que se usa, el que se habita y el que se hace sentir vivo. Una vez decorado finalmente (nunca es determinante, siempre cambia), tu jardín puede armonizar con diferente mobiliario y propósitos.
Coloca lámparas, velas, sillas o sillones de exteriores o mesas que por la noche crearán un ambiente acogedor. Así, tu tarde de jardín será siempre única e irrepetible: leer, comer, platicar o meditar...la belleza es calidad de vida y uno de los mejores lugares para habitar y saber quiénes somos y qué queremos.